lunes, 15 de diciembre de 2014

EDUCACIÓN INCLUSIVA O EDUCACIÓN SIN EXCLUSIONES
Gerardo Echeita Sarrionandía
Mediante la lectura se pudo analizar que actualmente en la sociedad el fenómeno de la inequidad, la pobreza, la discriminación y  la violencia son fenómenos que están aumentando la exclusión social ya que de acuerdo con el informe Delors las sociedades occidentales principalmente mencionan que este proceso esta incrementando.

Por ello cada vez es más común observar que el origen del fracaso escolar se encuentra en algunas formas de violencia, de delincuencia y de marginación, ya que  podemos observar una creciente preocupación tanto en el propia sistema educativo como en la sociedad adulta, otras formas de exclusión, que tal vez podríamos llamar encubiertas, como las que viven aquellos alumnos cuyas culturas son ignoradas o despreciadas, los que son objeto de maltrato por sus iguales, mismas que denuncian a la escuela como factor de exclusión social, a quien se le reconoce y solicita con insistencia se convierta en una institución clave para la inclusión.
Ante ello la tarea del docente se centra en someter a crítica los principios y las prácticas que han configurado la capacidad de generar exclusión desde el propio sistema educativo y apostar por aquellos alumnos que han sido excluidos y etiquetados lo cual se promoverá a través de la inclusión  y la resolución pacífica de conflictos en un marco que favorece el progreso de todos los alumnos, la labor de los docentes  es  identificar y proveer los servicios que cubran las necesidades de los individuos que tienen determinadas categorías de dificultad.
La necesidad de eliminar cualquier tipo de barrera que impida el aprendizaje de cada persona  lleva a implementar la integración donde se considera que las personas (en este caso con discapacidad) debían luchar, casi de modo individual, por conseguir integrarse en la sociedad tal y como es, y al  hacerlo capacitarse ellas mismas. La Conferencia Mundial de Salamanca sobre Necesidades Educativas Especiales. Acceso y Calidad (UNESCO, 1994) asentó algunas de las bases para consolidar un cambio de perspectiva en la educación especial y las reglas de ese juego nuevo, mediante dos cuestiones; la relativa a la  ampliación de los alumnos que deben ser objeto de nuestra preocupación y que ya no son solamente aquellos con discapacidad  sino, en gran medida, todos; todos los que por un motivo u otro estén en riesgo de exclusión, y la segunda enfocada a que las escuelas tienen  encuentren la manera de educar con éxito a todos los niños.


Para lograrlo las escuelas deben integrar  a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales, lingüísticas, a niños discapacitados y niños bien dotados, a niños que viven en la calle y que trabajan, niños de poblaciones nómadas o remotas, niños de minorías étnicas o culturales y niños de otros grupos o zonas desfavorecidas o  grupos marginados, favoreciendo la educación inclusiva considerada como una proclamación desenfadada una invitación pública y política a la celebración de la diferencia.
Ante este reto de llegar a una inclusión educativa se ha instaurado un método de  educación compensatoria  el cuál se ha entendido durante mucho tiempo como la educación de otros alumnos también especiales, en este caso por razones de su procedencia, de su etnia, de su situación social y  familiar o por la peculiar situación laboral de sus progenitores,  mantener para todos sus alumnos altas expectativas de rendimiento y proporcionarles instrucción de alta calidad diseñada para satisfacer sus necesidades. (Echeita, 1994, pág. 8)

El poder logar una inclusión en la escuela es tarea de maestros, alumnos y padres de familia mediante un trabajo colaborativo, pero también podrían participar instituciones públicas a través los programas de inclusión educativa que se relazan en las instituciones mediante compañas, conferencias y recursos que estas instituciones pueden brindar a maestros, alumnos y padres de familia para lograr una educación de calidad de todos los estudiantes considerando que a función educadora de la escuela debe ser compartida con otras instituciones, porque éstas configuran los apoyos más importantes para que la escuela pueda atender a las necesidades integrales de los alumnos (físicas, afectivas, sociales).

Para ello la dirección, el profesorado y las familias deben tener espacios y tiempos para consolidar su autonomía y reflexionar sobre las estrategias educativas que proporcionen un mayor valor al proceso de enseñanza-aprendizaje, también en dotar a los alumnos de las herramientas necesarias para que ellos mismos puedan valorar su diversidad y conquistar sus derechos a ser educandos y acogidos (Echeita, 1994, pág. 13).
La educación inclusiva no tiene que ver, inicialmente, con los lugares, es, antes que nada, una actitud de profundo respeto por las diferencias y de compromiso con la tarea de no hacer de ellas obstáculos sino oportunidades, lo cual se consigue a través de grupos interactivos de aprendizaje en los que se busca acelerar y potenciar el aprendizaje de quienes están en desventaja, con la ayuda y participación de cuantas personas estén dispuestas a colaborar con el centro en la consecución de sus metas.

Finalmente la lectura concluye en que para lograr una educación inclusiva es importante “dotar a los alumnos de ciertas herramientas necesarias para que ellos mismos puedan valorar su diversidad, conquistar sus derechos a ser educados, y acogidos, la educación inclusiva es una actitud de profundo respeto por las diferencias y un compromiso de no hacer de ellas obstáculos sino oportunidades”   ( ECHEITA, 1994, pág. 15) iniciando por cambiar la concepción de los docentes hacia las personas con discapacidad viendo estas como una oportunidad y no como un problema para resolver y mediante la  transformación de los contextos escolares usando las estrategias y los métodos que permitan el enriquecimiento y la aceleración de aquellos que han iniciado su proceso escolar en desventaja.

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